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Cáncer infantil: ¿cómo detectarlo oportunamente?

Hablar de cáncer infantil es difícil ya que representa un verdadero desafío social y familiar. Sólo mencionarlo preocupa de inmediato a quienes tienen niños cerca y genera dolor, pero el dolor se vuelve indescriptible cuando se detecta esta enfermedad en un niño de nuestra familia o de alguien querido.

El cáncer infantil y en adolescentes es una de las principales causas de mortalidad por enfermedad en este grupo de edad y tiene un gran impacto físico, emocional, social, espiritual y económico, tanto para el paciente como para su familia.

Por ello, es muy importante conocer más acerca de este tema para estar atentos al desarrollo y el estado de salud de nuestros hijos o niños cercanos.

¿Qué es el cáncer infantil?

El cáncer infantil no es una sola enfermedad, sino un grupo de enfermedades que ponen en riesgo la vida de los niños, así como su integridad física y que tienen implicaciones importantes en su condición de salud que impiden que los niños realicen la actividad cotidiana normal para su edad.

Estos padecimientos, englobados comúnmente bajo el término de cáncer infantil, generalmente producen una serie de molestias y dolores que alteran la calidad de vida habitual de un niño.

La mayoría de las veces estas enfermedades se caracterizan por crecer rápidamente y diseminarse del órgano donde se originan a otros órganos distantes, por ejemplo, habiéndose originado en el hígado pueden extenderse a pulmones, huesos o cerebro rápidamente.

Origen del cáncer infantil

Hoy en día tenemos más conocimiento de esta enfermedad, que tiene su origen en un crecimiento anormal, rápido y desorganizado de células que son transformadas: células buenas se convierten en malas o cancerosas.

Esto puede suceder por diferentes factores de los cuales el más importante en niños es el factor genético, pero existen algunos otros como los ambientales como la contaminación y la exposición a radiación o campos electromagnéticos, hasta vicios de alimentación y algunos virus como los de las hepatitis B y C, que pueden ser cancerígenos.

Por eso, en el caso de la hepatitis, es muy recomendable vacunar a los niños, ya que con esta medida no sólo estamos previniendo esta enfermedad en sí, sino también ayudamos a prevenir el desarrollo de un futuro cáncer en el hígado, al evitar la exposición de ese organismo a un virus que sí se ha relacionado ya con este padecimiento.

En el cáncer infantil podemos decir también que hay un factor inmunológico asociado o inmunocompromiso, porque una de las funciones del sistema inmunológico es evitar que las células buenas se transformen en malas. Si esto llega a suceder, quiere decir que el sistema de defensas de la persona fue incompetente para detener esa transformación de células buenas en malas.

En cuanto a la herencia, todos traemos cierta información genética al nacer y podemos tener una predisposición a desarrollarlo. Cuando el cáncer se presenta en un niño antes del año de edad, decimos que es congénito (es decir que ya nació con el) y en los niños que presentan alguna alteración en sus genes, puede ser que luego por algún virus o alguna variable medioambiental se detone el desarrollo de una leucemia (cáncer en la sangre y el tipo más frecuente en niños), un retinoblastoma (tumor en el o los ojos) o un osteosarcoma (cáncer originado en los huesos).

Entonces ¿cuándo debemos preocuparnos?

Desafortunadamente el cáncer se manifiesta con síntomas muy inespecíficos, que no son propios de la enfermedad y que pueden fácilmente confundirse con otros padecimientos. Por ejemplo, algo tan común como la fiebre, en la mayor parte de los niños, seguramente será consecuencia de una infección pasajera.

Cuando la fiebre es persistente por más de 2 semanas o no responde con los tratamientos habituales y ha recibido más de dos tipos de antibióticos y persiste, debemos descartar que la fiebre sea de origen maligno o por algún tipo de cáncer como la leucemia, los linfomas (ganglios) o neuroblastomas (abdomen).

De tal modo que, un 50 por ciento de los niños con leucemia debutan con fiebre como uno de los primeros síntomas. Por otro lado, puede suceder con un dolor de cabeza o cefalea que puede ser originada por una sinusitis, pero si este dolor de cabeza se vuelve cada vez más frecuente e intenso o predomina por las mañanas y se asocia con vómitos, debemos descartar un tumor en la cabeza o el cerebro.

Un dolor de piernas o de huesos, que, si bien puede ser por crecimiento, si ya despierta al niño de noche e interfiere con el sueño y es progresivo y persistente, debemos acudir a valoración médica y tomarse unas radiografías, para descartar problemas mayores como tumores óseos o de huesos.

La mejor manera de detectar oportunamente este grupo de enfermedades es a través de un buen Control de Niño Sano, es decir, llevarlo con su pediatra en forma regular y no sólo cuando estén enfermos.

Síntomas generales de alarma

Dentro de los síntomas que debemos de poner especial atención se encuentran:

  • Fiebres (38º C o más) persistentes o recurrentes que no ceden con los manejos habituales.
  • Dolor de huesos intenso, persistente o que despierta al niño durante la noche.
  • Dolores de cabeza matutinos, intensos, asociados a náuseas y vómitos o alteración del equilibrio.
  • Vómitos o reflujo recurrente que no mejora con diversos tratamientos.
  • Diarrea crónica y persistente que remite y regresa a los pocos días nuevamente.
  • Orina con sangre, roja o café.
  • Estreñimiento crónico o distensión abdominal inexplicable.
  • Choques frecuentes con muebles o paredes que delatan a un niño que no ve bien.
  • Reflejos o brillos extraños en los ojos, como manchas de "ojos de gato en la noche".
  • Petequias (manchas rojizas), moretones o sangrados persistentes.
  • Lesiones en cuero cabelludo tipo dermatitis seborreica que forman placas extensas y persistentes.
  • Ganglios aumentados de tamaño, de más de 2 cm., no dolorosos y que tienden a unirse.

Actualmente alrededor del 80 por ciento de los niños y adolescentes con cáncer pueden ser curados si se detectan a tiempo y en forma oportuna, esto depende de todos nosotros como padres y familia con el apoyo del equipo de profesionales de la salud.

Es importante observar regularmente a tus hijos y llevarlos a revisiones médicas periódicas, aunque no estén enfermos, para asegurarte que todo marcha bien en su crecimiento y desarrollo y con su estado de salud. Lo ideal es que sea siempre con el mismo médico que ha llevado su Control de Niño Sano, para que él detecte si hay algún cambio. Pero recuerda, si tienes dudas es mejor acudir con un especialista y actuar oportunamente, todo a tiempo tiene solución.

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