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Cirugía de precisión: imagenología vs tumores cerebrales

El cerebro, ese órgano enigmático que controla nuestras emociones, recuerdos y movimientos, parece una estructura casi impenetrable.

Pero para los neurocirujanos, adentrarse en sus complejidades es parte de su trabajo diario, una labor que requiere precisión milimétrica y un profundo conocimiento de lo que se oculta en sus pliegues.

Sin embargo, antes de que el bisturí toque la piel, un arsenal de herramientas avanzadas ha permitido que la cirugía de tumores cerebrales sea más segura y eficaz.

Técnicas de imagen revolucionarias como la Resonancia Funcional, la Tractografía, la Espectroscopia, el PET (Tomografía por Emisión de Positrones), y las técnicas de perfusión y difusión, han transformado la forma en que enfrentamos a estos enemigos internos.

Pero antes de entrar en estas técnicas, es importante conocer cómo el paisaje de la neurocirugía ha cambiado, porque no hace mucho tiempo, la única forma de explorar el cerebro era abrirlo y esperar lo mejor.

 

Un Mapa de lo Invisible

Imagínate esto: antes de que existieran los avances tecnológicos actuales, el neurocirujano debía confiar principalmente en su intuición, su conocimiento anatómico y en las imágenes bidimensionales limitadas de las radiografías o tomografías convencionales.

Las fronteras entre el tejido sano y el tumor no siempre eran claras, y cada intervención quirúrgica era un acto de valentía, casi de fe.

Se trataba de una batalla a ciegas en un campo que aún no se había cartografiado del todo. Hoy, la historia es diferente.

En el campo de batalla contra los tumores cerebrales, las técnicas de imagen avanzadas han dado al cirujano una visión mucho más detallada.

Es como una especie de "vista previa" tridimensional del cerebro que les permite planificar cada movimiento con una precisión que antes era inimaginable.

Pero lo más importante, es que estas técnicas no solo mejoran la capacidad de extirpar los tumores de forma más precisa, sino que también reducen el riesgo de dañar las áreas esenciales del cerebro.

 

1. Resonancia Magnética Funcional: El mapa funcional

Uno de los principales desafíos de extirpar un tumor cerebral es asegurarse de que, al retirarlo, no se afecten áreas críticas responsables de funciones como el habla, la memoria o el movimiento.

Aquí es donde entra la Resonancia Magnética Funcional (fMRI).

La fMRI no solo toma una foto estática del cerebro, sino que también registra su actividad en tiempo real, midiendo el flujo sanguíneo y la actividad neuronal mientras el paciente realiza tareas específicas, como mover una mano o repetir palabras.

Así, los neurocirujanos pueden “literalmente” ver qué partes del cerebro están activas durante funciones esenciales, permitiendo un "mapa funcional" que es tan único como la persona misma.

Antes del bisturí, este mapa es clave para delinear las áreas que deben ser protegidas a toda costa durante la cirugía.

Imagínalo como un plano de luces de una ciudad vista desde arriba, donde cada luz parpadeante representa una actividad cerebral.

Algunas luces indican los circuitos que debes evitar; otras te muestran dónde puedes avanzar con seguridad.

Este nivel de detalle cambia completamente la manera en que los cirujanos planifican una intervención quirúrgica.

 

2. Tractografía: Siguiendo los caminos de las neuronas

El cerebro no es solo un conjunto de áreas funcionales, también es una red compleja de conexiones, donde las señales eléctricas viajan a través de largas fibras nerviosas llamadas tractos.

Estos tractos son como autopistas de información que conectan diferentes áreas del cerebro y que, si se dañan durante una cirugía, pueden causar efectos devastadores en la funcionalidad del paciente.

Aquí es donde entra la tractografía, una técnica derivada de la resonancia magnética que permite visualizar estos caminos invisibles.

Al trazar la ruta de los tractos, los neurocirujanos pueden asegurarse de no seccionarlos accidentalmente durante la extracción del tumor.

Gracias a esta tecnología, hoy podemos ver claramente por dónde pasan estas carreteras neurales y evitar interrumpir el tráfico esencial.

 

3. Resonancia por perfusión: Viendo el flujo del cerebro

Además de las imágenes funcionales y estructurales, es crucial entender cómo el tumor está afectando el flujo sanguíneo cerebral.

Aquí es donde la resonancia magnética por perfusión juega un papel vital.

Esta técnica mide la cantidad de sangre que fluye a través de las distintas áreas del cerebro, lo que permite a los médicos evaluar si una región está recibiendo suficiente oxígeno y nutrientes.

En el contexto de los tumores cerebrales, la perfusión cerebral puede revelar si el tumor está "secuestrando" sangre de áreas circundantes, o si ciertas partes del tumor están más activas metabólicamente que otras.

Esto es especialmente útil para identificar áreas del tumor que podrían ser más agresivas y planificar cómo abordarlas durante la cirugía.

De alguna manera, la perfusión pinta un mapa del flujo vital que permite a los neurocirujanos determinar qué áreas son más vulnerables o están en mayor riesgo durante la operación.

 

4. Resonancia por difusión: Leyendo las señales de daño

La resonancia magnética por difusión se enfoca en cómo las moléculas de agua se mueven a través del tejido cerebral.

En un cerebro sano, este movimiento es relativamente libre, pero en áreas donde hay daño celular, como en los tumores cerebrales, el movimiento de las moléculas de agua puede estar restringido.

Esta técnica permite identificar áreas del cerebro que han sido infiltradas por el tumor, incluso cuando estas áreas no muestran anormalidades claras en otras imágenes.

También es clave para distinguir entre tejido tumoral y otras lesiones, como los infartos cerebrales.

Al medir cómo fluye el agua a nivel microscópico, la resonancia por difusión puede mostrar, con un nivel impresionante de precisión, qué áreas del cerebro han sido afectadas por el tumor y deben ser tratadas con extrema delicadeza durante la cirugía.

 

5. Espectroscopia: Mirando la química cerebral

Ver las estructuras y funciones del cerebro no es suficiente. El tipo de tumor y su agresividad también son factores críticos para el éxito de la cirugía.

Aquí entra la Espectroscopia por Resonancia Magnética (MRS), una técnica que permite analizar la composición bioquímica del tejido cerebral antes de operar.

La MRS ofrece una visión detallada de los metabolitos presentes en el tumor, lo que ayuda a diferenciar entre tejido sano, tumor maligno y áreas que han sido afectadas por la enfermedad pero que pueden no ser visibles con otras técnicas.

Esta información es esencial para decidir cuánto tejido se debe extraer sin comprometer las áreas circundantes.

Si la resonancia funcional nos dice "dónde" es seguro cortar, la espectroscopia nos indica "qué" estamos cortando.

 

6. PET (Tomografía por Emisión de Positrones): La luz en la oscuridad

La última pieza del rompecabezas prequirúrgico es la PET, una técnica que utiliza un marcador radioactivo para detectar actividad metabólica anormal en el cerebro.

Los tumores cerebrales, al ser masas de células que crecen de manera descontrolada, suelen tener un metabolismo mucho más alto que el tejido cerebral normal.

El PET ilumina estas zonas de actividad elevada como si fueran faros en la noche, lo que ayuda a los cirujanos a determinar con precisión los límites del tumor, especialmente en casos donde los tumores no se distinguen claramente en otras imágenes.

En conjunto, todas estas herramientas crean un mapa tridimensional del cerebro que no solo detalla su estructura y función, sino también su química, flujo sanguíneo y actividad metabólica.

Este enfoque multifacético ha cambiado radicalmente la forma en que abordamos la cirugía de tumores cerebrales, permitiendo que las intervenciones sean menos invasivas, más seguras y con un mayor nivel de precisión.

 

La nueva era en la neurocirugía

Con estas técnicas avanzadas, los neurocirujanos ya no se enfrentan a lo desconocido cuando operan.

Cada vez que se realiza una resonancia funcional, una tractografía, una espectroscopia, una perfusión, una difusión o un PET, se añade una nueva capa de información que les permite planificar con confianza.

El bisturí ya no entra a ciegas. Ahora, cada corte está guiado por una sinfonía de datos y una comprensión precisa de lo que hay más allá de la superficie.

Si el neurocirujano es un artesano, entonces estas tecnologías son sus pinceles, cada uno diseñado para capturar un matiz diferente de la complejidad cerebral.

Al final, el objetivo sigue siendo el mismo: preservar lo que nos hace humanos mientras se lucha contra lo que nos amenaza.

Y en ese sentido, las herramientas de imagen prequirúrgicas no son solo avances tecnológicos, son auténticos salvavidas que nos permiten operar con mayor precisión y, sobre todo, con mayor esperanza.

Si tienes alguna duda o pregunta sobre los tumores cerebrales y las técnicas avanzadas de imagen, no dudes en consultar con nuestros expertos del Centro de Tumores Cerebrales de TecSalud.

Estamos aquí para ayudarte.

Dr. Paulo Miguel Tabera Tarello

Es especialista en neurocirugía oncológica, experto en el tratamiento de tumores cerebrales y de la columna vertebral, malformaciones vasculares, trastornos funcionales del sistema nervioso y padecimientos congénitos neurológicos.

El doctor Tabera cuenta con entrenamiento en cirugía de mínima invasión y endocirugía, cirugía de paciente despierto, cirugía vascular cerebral, y cirugía de tumores cerebrales y de columna vertebral.

Asimismo, está certificado por el Consejo Mexicano de Cirugía Neurológica, es miembro del Colegio Nacional de Neurocirugía, miembro activo del American Association of Neurological Surgeons y del Congress of Neurological Surgeons.

El doctor realiza su práctica médica en el Instituto de Neurología y Neurocirugía del Hospital Zambrano Hellion.