La hipertensión, catalogada como “el asesino silencioso”, es quizá el principal motivo de consulta para los cardiólogos. En México, la Secretaría de Salud estima que una de cada cuatro personas padece hipertensión arterial.
Esta afección provoca que la presión de la sangre hacia las paredes de las arterias sea demasiado alta, lo que puede causar problemas en múltiples órganos como corazón, riñón y cerebro.
Los criterios que se usaban para diagnosticar a una persona con hipertensión en décadas atrás ya no son los mismos. Mientras que antes se pensaba que una presión arterial sistólica (la presión que ejerce el corazón al latir) de 140 o 150 mmHg (milímetros de mercurio) era la cifra mínima para un diagnóstico de hipertensión, desde el 2017 la cifra que se considera anormal ha disminuido.
Lo que recomienda la Academia Americana de Cardiología para diagnosticar la hipertensión es observar si al menos en dos ocasiones, con una diferencia de al menos seis horas, se tiene una presión arterial por arriba de 130 sobre 80 mmHg, el valor actual que se conoce como hipertensión grado 1.
El tratamiento de la hipertensión depende de la cifra de presión arterial de cada paciente; por ejemplo, si una persona tiene una presión arterial de 137 sobre 85 mmHg, éste no necesita de medicamentos, sino su tratamiento sería basado en cambios en el estilo de vida.
Los principales cambios del estilo de vida es el hacer ejercicio aeróbico como caminar con paso acelerado, trotar, andar en bicicleta o nadar, por lo menos 45 minutos tres veces a la semana.
Otra recomendación que hacen los cardiólogos para quienes tienen hipertensión es evitar consumir sal u otros condimentos salados, alimentos altos en carbohidratos o grasas y mantener un peso adecuado.
En especial, esto último tiene un gran impacto en el control de la hipertensión: por cada kilogramo de sobrepeso que se pierda, se reduce un milímetro de mercurio en la presión sistólica. Es decir, si una persona tiene una presión sistólica de 160 sobre 100 mmHg, al perder 10 kilogramos de sobrepeso, ésta se reduciría a 150 sobre 90 mmHg.
Aunque la hipertensión no se cura, sino que se controla, los cambios en el estilo de vida pueden hacer que una persona con tratamiento farmacológico deje de utilizar los medicamentos por el momento, y hasta por años, y que tenga una vida sana con la enfermedad bien controlada.
Por otro lado, una cifra de 160 sobre 100 mmHg implica una hipertensión más avanzada y la necesidad de un tratamiento que, además de un estilo de vida más saludable, sí incluya fármacos de forma contínua. Lo más frecuente es que se utilicen dos medicamentos, pero gracias a la tecnología actual, éstos se pueden juntar en una sola pastilla, haciendo el tratamiento más sencillo de seguir.
La presión arterial fluctúa durante el día dependiendo de la actividad que estemos haciendo. Por ejemplo, en la mañana, después de despertar, suele ser más baja que después de estar activos o hacer ejercicio. Incluso el simple hecho de comer o ir al baño pueden modificar la cifra de presión arterial.
Para medir la presión arterial y evitar que las personas se sientan frustradas cuando sube y baja, se recomienda que pasen por lo menos treinta minutos desde la última vez que se consumieron alimentos, haber estado en reposo al menos veinte minutos antes, no haber fumado y no tener ganas de ir al baño.
Aunque, como se mencionó antes, el ejercicio puede subir la presión, no debería ser alarmante si ésta disminuye a cifras normales después de treinta a treinta cinco minutos. Toma en cuenta estas consideraciones al tomar tu presión arterial.
Al igual que en muchos otros ámbitos, los cardiólogos han detectado que la pandemia agravó el problema de la hipertensión. Debido a la cuarentena y a la disminución de actividad física, así como la tendencia a aumentar de peso, los pacientes con esta enfermedad se desestabilizaron.
La ansiedad y estrés que ha ocasionado la pandemia en general también afectaron a los pacientes hipertensos: las áreas de emergencias de los hospitales vieron más ingresos porque la ansiedad aumentaba la presión arterial de estos pacientes.
Para un adecuado seguimiento de la hipertensión es necesario tener de tres a cuatro citas al año con un cardiólogo, es decir, cada tres a cuatro meses, ya que esta enfermedad tiende a ser progresiva.
Es importante recordar que, si bien no todos los pacientes necesitarán medicamentos, el cambio en el estilo de vida es vital en cada uno de ellos para el tratamiento de la hipertensión.
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