La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) es un nombre amplio que se usa para describir distintos trastornos que presentan inflamación crónica del tracto digestivo, como la enfermedad de CUCI, colitis ulcerativa y la enfermedad de Crohn.
Esta enfermedad suele aparecer en la adolescencia, y en menor medida, en la infancia. Al ser crónica, el paciente la padece toda su vida.
Aunque es incurable, es posible tratarla para mantener una buena calidad de vida. Para ello, es importante que los pacientes establezcan una buena relación con sus médicos y que tengan acceso a la información sobre su enfermedad y los posibles tratamientos.
Cerca de 10 millones de personas en el mundo padecen de la enfermedad inflamatoria intestinal. Desde los últimos años, se ha observado una mayor incidencia tanto en el mundo y en México: el aumento en el número de pacientes es tal que se ha duplicado la demanda de tratamientos en los últimos diez años.
Existen otros padecimientos muy frecuentes, como la colitis, por los que suele ser confundida la enfermedad inflamatoria intestinal. Cuando se trata de la colitis, que afecta aproximadamente al 20% de los adultos, se presenta dolor abdominal, cambios en el patrón defecatorio y distensión abdominal.
En el caso de la enfermedad inflamatoria intestinal, la historia de cómo aparece es muy diferente. Los pacientes sufren de dolor abdominal, así como evacuaciones frecuentes con moco y sangre en el caso de la colitis ulcerativa, dolor abdominal y pérdida de peso en el caso de la enfermedad de Crohn.
Al tratarse de una enfermedad inflamatoria, la calidad de vida de los pacientes se ve afectada porque muy frecuentemente tienen que ir al baño. Esta condición, que impide que las personas se desarrollen plenamente en el ámbito familiar, social o laboral, se trata de una discapacidad “invisible”.
De acuerdo con la autopercepción de los pacientes, el 92% de quienes padecen la enfermedad de Crohn consideran que su calidad de vida es mala, mientras que en los pacientes con colitis ulcerativa se trata del 86%.
Desde que nacemos, nuestro organismo empieza a ser “colonizado” en su parte interna con virus, bacterias, hongos y proteínas, manejados por nuestro sistema inmune.
En personas con una enfermedad inflamatoria intestinal, la tolerancia a lo que es “normal” en el intestino está completamente desajustada: el sistema inmune reacciona en contra de estos elementos generando daño y causando úlceras, que son las que provocan los síntomas.
En el caso de la enfermedad de Crohn, el espesor de la pared intestinal se ve afectado y se generan cicatrices que obstruyen las comunicaciones entre los intestinos o de los intestinos hacia la piel.
Por lo menos 1 de cada 3 pacientes con enfermedad inflamatoria tiene manifestaciones en la piel, en la boca, en las articulaciones, en el hígado o en los ojos.
Más que la genética, existen factores ambientales, del estilo de vida y otras circunstancias que incrementan el riesgo a padecer una enfermedad inflamatoria intestinal. Algunos de los más importantes son los siguientes:
La colitis es mucho más frecuente y grave cuando está relacionada con respuestas emocionales como la tristeza, la ansiedad o el estrés.
En el caso de la enfermedad inflamatoria, por años se había pensado que las emociones no impactaban el proceso de la inflamación, hasta que surgió el concepto de la psicoinmunología.
Esto se refiere al efecto que tiene nuestro estado mental en el sistema inmune, y en la actualidad se considera una verdad reconocida.
Bajo situaciones de estrés, alguien que ha logrado controlar una de estas enfermedades puede tener una recaída. Por eso, en el tratamiento de estos pacientes, además de nutriólogos y pediatras, se integran psicólogos clínicos y psiquiatras.
Aunque la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son no son curables, su evolución puede variar dependiendo de los tratamientos que se administren.
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