¿Cómo saber si mi hijo tiene un trastorno del espectro autista?

Cuando un niño presenta problemas sociales, comunicacionales o conductuales significativos, puede que se trate de un trastorno del espectro autista. Aquí te contamos todo sobre estos desórdenes neurológicos y cómo detectarlos oportunamente.

En los últimos años, las formas de referirnos a los Trastornos del Espectro Autista (TEA) han cambiado: a veces se refiere a ellos como autismo, síndrome de Asperger o trastorno generalizado del desarrollo.

A través de manuales de clasificación oficiales, los especialistas han llegado a un consenso para referirse a estos desórdenes neurológicos como, simplemente, trastornos del espectro autista o TEA. Asimismo, se han incluido otros desórdenes del neurodesarrollo, tales como la discapacidad intelectual, trastornos específicos del aprendizaje o trastorno por déficit de atención.

Dentro de los TEA, se hacen clasificaciones de acuerdo a la severidad del desorden con base en el coeficiente intelectual y la capacidad de comunicación del paciente. Estos se dividen en tres grados:

  • Trastorno leve: Cuando se trata de un paciente que, aunque tiene buena comunicación, existen dificultades para socializar, así como la manifestación de conductas repetitivas. En esta clasificación se incluye a lo que comúnmente se conoce como síndrome de Asperger.
  • Trastorno moderado: El paciente tiene una inteligencia adecuada pero su comunicación es deficiente.
  • Trastorno severo: El coeficiente intelectual está por debajo de lo normal y el paciente no se sabe comunicar con los demás.

 

El diagnóstico temprano mejora los tratamientos

La mayoría de los niños que sufren alguno de estos trastornos presentan, principalmente, problemas en su desarrollo social y de comunicación con su entorno. Por lo que se debe tomar en cuenta la importancia de un diagnóstico temprano de estos niños.

A los seis o siete años se consigue casi el ochenta o noventa por ciento de su desarrollo, por lo que se tiene hasta ese momento para dar una terapia correcta que ayude a mejorar los signos. Es decir, entre más temprano se haga el diagnóstico, existe una ventana más amplia de tiempo para poder modificar el comportamiento del paciente.

Después de los dos años y medio, se pueden hacer muchas de las pruebas estandarizadas que sirven para diagnosticar algún TEA de manera formal. Sin embargo, desde el punto de vista clínico, desde el primer año, cuando los niños tienen hermanos o familiares cercanos a ellos, se puede hacer un prediagnóstico o señalar que existe un alto grado de sospecha de que se tenga este problema.

 

El proceso para diagnosticar a un paciente

Las pruebas que se utilizan se pueden basar en interrogatorios o cuestionarios, que, junto con otras más detalladas, los neuropsicólogos revisan y observan. Las primeras pruebas sencillas se conocen como M-Chat, una herramienta relativamente sencilla que se usa en el consultorio del pediatra o neurólogo pediatra cuando llegan casos sospechosos. Con el M-Chat el especialista se puede orientar sobre si el niño requiere o no pruebas un poco más específicas para hacer un diagnóstico formal.

Después de esta primera prueba, se manda al paciente con un neuropsicólogo para practicar la prueba ADI-R ADOS2. Además de que con esta prueba se hace un diagnóstico, sirve para enumerar en una lista cuáles son los signos que presenta este niño. Existen alrededor de noventa signos, y la mayoría de los pacientes con un TEA presentan entre siete y veintidós.

Si un niño con un caso sospechoso puede ver a los ojos a otra persona, no significa que no tenga alguno de estos trastornos, ya que puede ser que, aun así, camine de puntas, le guste poner objetos en hilera, no se comunique de manera apropiada o no entienda órdenes. Por ello, se deben identificar cuáles son los signos que presenta mediante esta prueba para poder hacer una terapia hecha a su medida y obtener mejores resultados.

 

Los signos más frecuentes

Los signos más frecuentes en pacientes con trastorno del espectro autista son:

  • Problemas para comunicarse con los demás
  • No voltear cuando llaman su nombre
  • No obedecer órdenes
  • No hablar o hablar solo por balbuceos o palabras incompletas
  • Tener conductas repetitivas, como comer siempre lo mismo
  • Realizar movimientos de aleteos con las manos o repetitivos de la cabeza
  • No tener contacto visual con otros
  • No integrarse en grupos con otros niños o no convivir con ellos
  • Sentirse molesto por ciertos ruidos y sabores

Es importante no hacer un diagnóstico solo por observación del niño en un consultorio, sino que se debe comprobar cualquier sospecha por medio de las pruebas neuropsicológicas antes mencionadas. Además, se debe hacer un diagnóstico general del desarrollo del niño, ya que no es raro que existan otros problemas asociados, tales como estrés, depresión o ansiedad.

Mientras más pequeño sea diagnosticado un niño con TEA, más fácil será cambiar sus conductas o hábitos y evitar problemas emocionales que surgen con el tiempo cuando el niño no recibe un tratamiento adecuado.

Si bien el diagnóstico de un TEA puede tener un fuerte impacto emocional y económico en la familia, lo más importante es estar dispuestos a salir del área de confort para que el niño reciba un mejor tratamiento y tener más oportunidades para mejorar el problema.

Aunque se trata de un desorden que durará toda la vida del paciente, gracias a las terapias y otros tratamientos que existen, se puede mejorar mucho su calidad de vida.

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