Desde el inicio de la pandemia hasta el día de hoy, se ha encontrado una cantidad inmensa de información sobre la COVID-19 por lo que se puede decir que se conoce muy bien el virus, dado a que se conocen las herramientas que se tienen disponibles para prevenir y tratar dicho padecimiento.
No obstante, hace poco se acaba de definir a la variante Ómicron como variante de preocupación. Pero ¿de dónde salió?
Para los virus, es parte de su naturaleza mutar con el tiempo. Es a través de la diseminación y la cantidad de veces que se replica que aumenta la probabilidad de que se generen mutaciones de riesgo.
Un ejemplo sencillo de lo ocurrido es la influenza. Si bien, sabemos que cada año la influenza va generando mutaciones, algunas con mayor severidad que otras. Por lo que, las vacunas cada año van cambiando, se van modificando para proteger a la población contra dichas variaciones.
Por lo que no es nada nuevo. Ómicron no será una de las primeras y últimas variantes de preocupación, ya que nos estaremos enfrentando a muchas otras con el paso del tiempo.
Dentro de este tema, juega un papel importante ir conociendo qué mutaciones se generarán dentro de cada una de las variantes. Ya que, las mutaciones pueden afectar la transmisibilidad del virus.
Dicho efecto se vio en la variante Delta, ya que a comparación de la cepa original que tenía una transmisibilidad de 2 personas como máximo, la Delta tenía un rango de contagio de hasta 5 y 8 personas.
Por ejemplo, en la variante Ómicron se conoce que tiene cerca de 50 mutaciones, lo que preocupa es que estas mutaciones se presentan dentro de los componentes del virus que impactan su transmisibilidad, virulencia y evasión inmune.
Asimismo, pueden llegar a tener algún efecto en la efectividad de los tratamientos disponibles o las vacunas que se están usando hoy en día.
Se conocen otras variantes de preocupación que se descubrieron antes de la Delta, como lo fueron la Alfa, Beta y Gama. No obstante, dentro de la cuarta ola que se está presentando en el continente europeo, la variante que prevalece como la que más ha afectado a sus ciudadanos ha sido la Delta. Igualmente, en Estados Unidos.
Por otro lado, la variante Ómicron ya comenzó a presentarse en al menos 15 países fuera de Sudáfrica. Además, se vio que aumentó el número de casos y hospitalizaciones de los pacientes
Hasta ahora existe muy poca información relacionada a los síntomas que se presentan con la nueva variante, pero lo que se puede encontrar en la literatura es que se puede presentar dolor de cabeza, dolor de cuerpo y/o dolor de articulaciones.
A pesar de lo anterior, aún falta por ver su comportamiento en personas con algún padecimiento crónico, en edades vulnerables, embarazadas o personas que necesitan quimioterapia.
Debido a que se ha encontrado que la principal vía de trasmisión del virus es a través de la vía aérea, la mejor recomendación es utilizar correctamente el cubrebocas, enfatizar en la ventilación y la presencia de espacios abiertos donde haya circulación del aire. Sin embargo, no se debe dejar de lado el uso de gel antibacterial y lavado de manos.
Asimismo, la vacunación juega un papel importante en la reducción de la trasmisión, así como los refuerzos de las vacunas. Además de buscar la vacuna contra la influenza, puesto que ambas vacunas pueden ponerse de forma simultánea. Por lo que, no hay excusas para no protegerse contra ambos padecimientos.
Debemos hacer conciencia de que este virus llegó para quedarse y que estas variantes de preocupación no serán las únicas en aparecer. No hay razón para alarmarse, sin embargo, no debemos bajar la guardia.
Durante estos casi 2 años de pandemia, hemos aprendido que las medidas que van a seguir siendo eficientes son:
Recuerda, aunque sea Delta, Ómicron u otra variante, las medidas no van a cambiar. Debemos seguir implementando las herramientas que ya conocemos y tenemos disponibles. Te cuidas tú y nos cuidamos todos.
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