El estrés es una respuesta natural de nuestro organismo que ocurre cuando nos enfrentamos a ciertos retos, demandas y estímulos, tanto externos como internos, que generan reacciones físicas y emocionales.
Todo en la vida tiene una función y el estrés responde a tales demandas para lograr sobrevivir y adaptarse al medio ambiente.
Es importante entender que el estrés es indispensable para nuestro funcionamiento, ya que nos da la energía, fuerza y motivación para enfrentar las diferentes situaciones retadoras en nuestra vida diaria.
Sin embargo, si la respuesta de estrés es mantenida por periodos prolongados de tiempo, sin activar las respuestas de relajación y descanso, puede generarnos enfermedades, “burnout” e inclusive la muerte; es ahí cuando entra el término de “estrés crónico”.
El estrés tiene la capacidad de sacar lo mejor de nosotros, mostrándonos fortalezas que de otra manera no conoceríamos, ayudándonos a florecer y a construir resiliencia.
De la misma manera, puede llevarnos a estados de desmotivación, fatiga crónica y desequilibrio, afectando nuestra salud física y mental, lastimando nuestras relaciones y calidad de vida.
Cuando percibimos un posible peligro, el cuerpo activa la respuesta de estrés liberando hormonas que elevan nuestra frecuencia cardiaca, aumentan la presión arterial y la energía para que estemos listos para responder a dicha demanda.
De hecho, en un primer momento, el estrés favorece el aumento en la atención, enfoque, concentración y velocidad de reacción. Nos permite pensar de manera clara y nos prepara para la acción.
Las diferentes respuestas ante una situación de amenaza pueden ser: luchar, huir o paralizarnos.
Sin embargo, cuando el estrés es crónico, los efectos son completamente diferentes y lejos de ayudarnos, nos lastiman.
Disminuye nuestra concentración y enfoque, nos sentimos agotados mentalmente, dejamos de ser funcionales y capaces de vivir una vida normal, que exige responder a las demandas y responsabilidades diarias.
Podemos presentar migrañas, niveles altos de ansiedad y depresión, ataques de pánico, fobias y alteraciones de sueño.
Algunas investigaciones han demostrado que existe una relación estrecha entre el estrés, las emociones negativas y la reacción generalizada de inflamación en el organismo, que detona la mayoría de las enfermedades.
Algunas de estas enfermedades incluyen tipos de cáncer, diabetes tipo 2, aterosclerosis, osteoporosis, artritis, Alzheimer, enfermedades pulmonares, cardiovasculares, neurológicas, autoinmunes e infecciones, entre otras. Asimismo, acelera los procesos del envejecimiento.
Todos los sistemas de nuestro cuerpo están conectados y lo que sucede en uno de ellos, tiene un efecto en los demás.
Aunque nuestro cuerpo está en contaste comunicación con cada una de sus partes, por diferentes razones, muchos hemos desconectado esas señales y nos damos cuenta de que algo no está bien cuando es demasiado tarde.
La psico-neuro-inmunología es una disciplina que nos ha permitido conocer gran parte de esta conexión y nos ha enseñado el esquema bidireccional entre el sistema nervioso, los procesos psicológicos, el sistema inmunitario y el endócrino.
A través de esta disciplina, hemos visto que durante la respuesta al estrés, se activan dos tipos de circuitos en el sistema nervioso central: uno de estos involucra esencialmente la respuesta en la médula (músculos), mientras que el otro compromete la parte motora y la endocrina.
Es importante aprender a escuchar las señales de nuestro organismo para poder vivir una vida en equilibrio y evitar caer en una situación de estrés crónico que, como podrán haber comprendido, nos puede llevar a un deterioro significativo de nuestra calidad de vida.
Teniendo esta información, hoy más que nunca, es importante escuchar a nuestro organismo y entender que, tanto la parte física como la emocional, son indispensables para poder vivir una vida con calidad, integridad y salud.
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