La diabetes es una enfermedad caracterizada por el exceso de glucosa, comúnmente conocida como azúcar, en la sangre. En circunstancias normales, cuando ingerimos un alimento el organismo lo procesa convirtiéndolo en glucosa, que sirve para alimentar a las células y generar energía para todas las funciones del cuerpo.
Para que la glucosa llegue a las células, se transporta por el torrente sanguíneo y requiere de una hormona llamada insulina. Pero la insulina no siempre funciona como debería. Esta situación puede deberse a diversas causas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 442 millones de adultos en el mundo tienen diabetes, esto quiere decir una de cada 11 personas.
¿Cuál es la diferencia entre diabetes tipo 1 o 2?
Aunque es la menos común, la diabetes tipo 1 se diagnostica cuando el cuerpo de la persona no produce insulina. Aproximadamente solo 5 a 10 por ciento de los pacientes son diagnosticados con este tipo de diabetes.
La diabetes tipo 1 puede ser diagnosticada desde la infancia o en adultos jóvenes, quienes requerirán de insulina por el resto de su vida.
También existe la diabetes tipo 2, que representa la mayoría de los casos, entre 90 a 95 por ciento. En estas personas, la producción de insulina es insuficiente o de mala calidad. Este tipo de diabetes ocurre usualmente en personas adultas con sobrepeso u obesidad, o en personas con antecedentes familiares de diabetes.
La diabetes tipo 2 puede deberse a causas que es posible controlar para evitar su aparición, relacionadas con el estilo de vida, particularmente, la alimentación y la actividad física para evitar el sobrepeso y la obesidad, causas que detonan la aparición de la enfermedad.
Una alimentación alta en grasas y alimentos procesados, esto incluye muchos productos azucarados, puede ocasionar que el páncreas no logre producir la insulina necesaria para llevar a las células esa elevada cantidad de glucosa, la cual permanece en la sangre, afectando con ello vasos sanguíneos como las del riñón, el corazón, los ojos y los nervios de los pies.
Como consecuencia provoca problemas renales, infartos, pérdida de visión, adormecimiento y dolor ardoroso de los pies, además de una cicatrización lenta de heridas.
¿Realmente la diabetes no da síntomas?
La mayoría de las veces, por el tipo de síntomas que se presentan, debemos de prestar especial atención a las siguientes señales:
- Mucha sed
- Mayor frecuencia de ir a orinar
- Visión borrosa
- Mucho apetito
- Pérdida involuntaria de peso
- Cansancio
- Hormigueo o entumecimiento de manos o pies
- Heridas que no cicatrizan fácilmente
Es probable que la persona no note los síntomas claramente. Por ejemplo, puede ser que en verano comience a beber más agua, y atribuye esa sed a que hace calor. Va más al baño, pero cree que es debido al mayor consumo de líquido únicamente. Y así puede retrasarse el diagnóstico de un padecimiento que requiere tomar medidas para evitar daños irreversibles en el organismo.
Un sencillo examen de sangre ayuda a detectar cuáles son los niveles de glucosa en sangre para hacer un diagnóstico temprano, y a partir de ahí, que el médico tratante indique al paciente qué debe hacer para poder controlar este padecimiento.
Una persona con diabetes puede vivir de manera prácticamente normal, cuidándose día a día para evitar daños mayores en su organismo, siendo disciplinada en sus hábitos y procurando un estilo de vida saludable.
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